Habíamos dejado la partida en el año 1970, con Nintendo metiéndose en más aventuras empresariales que el Luisma, que incluso la llevaron a crear moteles de esos que frecuentan fontaneros bigotudos en busca de sus 10 minutos de princesa. Con el negocio estancado, el Nintenpresi Hiroshi Yamauchi tuvo la suerte de cruzarse con un jovenzuelo llamado Gunpei Yokoi, que se encargaba de realizar el mantenimiento de las cintas transportadoras de naipes en las plantas de producción de la compañía.
Ultra Hand: menos mal que Yokoi metió mano |
Custom Gunman |
Juego de mesa nintendero de 101 Dálmatas. |
Pero la cosa no era tan fácil como pensaban por las peculiaridades del mercado juguetero, en el que los lanzamientos se sucedían sin parar y los niños dejaban de llorar al conseguir un juguete sólo los cinco minutos que tardaban en ver en la tele que acababa de salir uno nuevo.
La Ultra Machine |
Uno de los primeros de esta nueva hornada fue la Ultra Machine, una máquina destinada a jugar al béisbol en el salón de casa que disparaba pelotas (blanditas, claro) y se convirtió en una pesadilla para las madres de la época y sus jarrones Ming, pero vete tú a decirle al niño antojica que se espere al Wii Sports.
Love Tester: el secreto del vividor follador |
A ésta le siguieron cosas como coches teledirigidos, pero la mención especial se la lleva el Love Tester, otro ingenio (por llamarlo de alguna forma) de Gunpei Yokoi que triunfó en Japón y se convirtió en la alternativa friki al "¿estudias o trabajas"? La maquinita, en teoría, medía el grado de amor que fluía entre dos personas. La pareja sólo tenía que cogerse de la mano, y, con las libres, agarrar unas argollas que salían del cacharro. El anuncio de TV de la época habla por sí sólo:
Ten Million Barrel |
Todos estos inventos ayudaron a que Nintendo se convirtiera en una compañía puntera en el entretenimiento electrónico de la época. Pero en 1972, al otro lado del charco, en Estados Unidos, se acababa de lanzar la primera videoconsola doméstica, la Magnavox Odyssey.
Y ya vamos conociendo a Yamauchi: culo veo, culo quiero. Esos nuevos jueguecitos electrónicos tenían que volver locos a los japoneses. Así que el tío no paró hasta conseguir la licencia para distribuir la consola en el país del Sol naciente. Nintendo acababa de entrar en el negocio de los videojuegos.
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